domingo, 25 de julio de 2010

Atacama: III Parte

En los 70's llegaron las primeras escuelas a San Pedro de Atacama, sin embargo se prohibió el hablar o enseñar Cunza, lengua originaria de los Licanantay. Hacer rituales era mal visto, pagos a la tierra poco serios. Se hacía necesario resetearlos, chilenizarlos. Por otro lado el lugar era riquisimo, fértil, con gran cantidad de agua, con gran cantidad de mineral. Debido a su alto valor científico y turístico el Gobierno de Chile declara un sector de Atacama como Reserva Nacional (1990) y le pone por nombre "Los Flamencos". Este decreto tenía por objeto proteger el lugar a mismo tiempo que lo declara de "interés" científico minero. Esta reserva tiene una belleza, diversidad y abundancia única. Una de las primeras medida de protección del salar impuestas por nosotros, los mestizos, fue controlar el "daño" de los Licanantay a los flamencos: Por siglos y siglos, como uno de sus principales rituales, los Licanantay recolectaban huevos de flamenco, una vez al año, siguiendo las indicaciones de los abuelos sabios, elegían los lugares, fechas y formas de recolectar huevos. Por todo ese tiempo nunca habia sido afectada la población, pero desde ese momento se consideró un atentado a la ecología.

(Ahora sabemos que si se pierde un huevo en las primeras semanas de incubación los flamencos colocan otro, incluso hasta 6 veces si es necesario)

La autoridad, escandalizada por esta agresión a los flamencos, prohibió para siempre este rito ancestral, para así ayudar a la conservación de estas hermosas aves. Pasaron algunos años y esa misma autoridad autorizó la exploración del salar en búsqueda de petróleo. Al Salar tiene sus tesoros, y efectivamente encontraron petróleo, pero, afortunadamente, no de la calidad (antiguedad) que nos sirve para encender los motores. El verdadero tesoro del salar de Atacama no es el petróleo ni el metal rojo, sino el agua, fuente de toda la vida en el lugar. Los Licanantay tienen una veneración al agua como ningún otro pueblo y no sólo eso, un entendimiento muy acabado de su balance, saben que se relacionan con los cerros, con los ciclos y por eso mismo es un recurso que siempre han cuidado. Las obras hidráulicas son magnificas, hechas de piedra, se confunden con el entorno.

La exploración del petróleo dejó la primera gran cicatriz en el sur del salar: cientos de caminos cambiaron el paisaje, conviertiéndo el mar costroso de sal de Atacama, en un cuaderno cuadriculado.

Pero con los buscadores del oro negro no se acabó la historia, ya que el cobre es otro tesoro del salar, abundante en los cerros de Atacama. Junto con oradar los cerros, la industria minera hace un uso desmedido, loco, inconciente, del agua, no sólo para el procesamiento, sino para el arrastre del material al puerto.... quien tiene cobre y agua tiene dos minas.

(¿Sabes cuanto cuesta el agua en el desierto más árido del mundo?: para una minera nada)

Las exploraciones de petróleo cambiaron por exploraciones de mineral y sobretodo por la construcción de pozos para la extracción de agua salada y dulce. Más de 150 pozos se encuentran dispersos en todo el salar..... habrá alguien viendo el medidor?... hoy ni tu, ni yo, ni el Licantay pueden caminar por esos parajes, barreras con candado de uso exclusivo de la minera impiden el paso de todos los que no sean de la faena. ¿Qué está protegiendo la Reserva Los Flamencos?

Hoy ya no hay invierno boliviano, ya no llueve como antaño. No soy un experto en climatología, pero claramente sacar mil litros por minuto al día afecta un equilibrio en un lugar árido. Claramente lagunas de menor extensión producen menos evaporación y por lo tanto menos pluviosidad. No es casual entonces, que el flamenco y el Licanantay se vean menos por los especiales paisajes del Salar de Atacama.

domingo, 18 de julio de 2010

Atacama: II Parte

Mucho antes que los Españoles, los Incas se detuvieron en este lugar y se dieron cuenta del poder y sacralidad que tenía, casi no dejaron rastro en el lugar, un fino y bien ubicado pucará de Quitor da cuenta de la presencia de esta civilización. A diferencia del Español, no mataron ni invadieron a los Licanantay, pero sí transfirieron su conocimiento, dejaron la coca, ritos de pago a la tierra y el cultivo en terrazas de la quinoa. El choque con los Españoles fue distinto, frontal y sangriento, como en toda América Latina, con la espada y la cruz modificó las creencias y costumbres de los nativos, o te convertías o morías, no había más opción. Pero no fuimos sino nosotros, los mestizos modernos, quienes les quitamos la memoria. Hoy, con la ansiedad por extraer el mineral, comenzamos a sacar copiosamente los tesoros de la Madre Tierra. La codicia por el metal rojo no tiene límites y sale a raudales del altiplano, y con esta industria, el desarrollo de poblados modernos y la cultura occidental. Fuimos nosotros los que cambiamos la historia de los Licanantay, quienes los desvinculamos del salar, de los cerros, de las tradiciones, de los espíritus.

Con la industria del cobre desarrollamos ciudades feas y sucias, llenas de artefactos, pero vacías de humanidad. Los indígenas, obnubilados por nuestra tecnología, dejaron los pueblos altiplánicos para meterse en la urbe y servir como obreros baratos. Cambiaron las construcciones de barro y coirón por el hacinamiento en suburbios o incluso la indigencia. Cambiaron los vestidos de fibra de vicuña y alpaca por ropa usada americana o fibra sintética fabricada en China. Cambiaron la vista las lagunas y volcanes por la vista a los basureros. Los ritos de pago a la Madre Tierra por salidas nocturnas embriagadas de alcohol y reggeton. El uso medicinal y sagrado de la coca por la pasta base en las calles lúgubres.

Pero no fue sino hasta hace pocos años que llegamos hasta el corazón mismo de Atacama... hasta el salar.